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Monday, November 10, 2014

El Maratón de Nueva York, parte 1

El Maratón de Nueva York fue una experiencia en sí misma. No sé si los demás maratones sean igual de intensos, pero este maratón fue muy intenso y lleno de vida. Lleno de amor, lleno de compañerismo, lleno de belleza, lleno de compasión, lleno de generosidad.

Por ahí leí una cita que decía “Si algún día pierdes la fe en la humanidad, corre un maratón”. Es una cita de Kathrine Switzer, la primer mujer que corrió oficialmente el maratón de Boston.

El maratón de NYC es impresionante. Desde la expo que se monta durante los tres días previos al maratón, la organización es fabulosa. Llegué por mi número y por mi playera en hora pico, y duré tres minutos en obtener ambos objetos. El día anterior al maratón estaba lluvioso, y el pronóstico del tiempo, que se cumplió, era de un clima medio nublado pero con vientos con rachas de 50 millas por hora. El frío entre 6 y 8 grados.

Escenas de la Expo

El número de corredor, por ese fui a la expo
El sábado traté de descansar lo más que pude, y solo fui a Times Square a tomarme unas fotos. En la noche fuimos a cenar (temprano, a las 6:30) a Crispo, un lugar de comida italiana que estuvo delicioso. Ahí me cargué de carbohidratos con mi Spaghetti Carbonara, con el Spaghetti de mi hija Monse que le sobró y con Salmón de mi pequeña María José, que también le sobró.
Ya estaba de regreso al hotel y en pijama desde las 9:00 de la noche, pero aunque estuve acostado hasta las 5:00 am yo creo que solo dormí unas 4 horas. No me dejó dormir la emoción.



Me desperté y me cambié. Capas sobre capas de ropa. Mis shorts de toda la vida y mi playera Nike Pro de manga corta con mi nombre y el número de corredor. Luego una ropa rompevientos desechable que compré en la expo del maratón, luego el chandal que iba a tirar de todos modos, con el jersey del hard rock café de Las Vegas, al cual le dije adiós. Y encima me puse un rompevientos plástico que también compré para el maratón. Gorro y guantes que también iba a dejar antes de comenzar el maratón. Y en mi bolsa con mis zapatos de correr, mi gel, los lentes, los calcetines que utilizaría para la competencia, las mangas hechas de calcetines cortados por el extremo de los deditos, vaseline y bloqueador solar.
Desayunos del hotel. ¡Gracias!

Desayuné un box lunch que me hicieron en el hotel, con un plátano, un bagel, queso crema tipo philadelphia, y un cafecito y yogurt. Esta era la caja del box lunch del hotel



Necesitaba tomar el tren que me llevara al Ferry a la estación sur, y a las 6:40 estaba en la estación del metro de la calle 28. Justo la hora y media pasadita que he tardado siempre en estar listo para salir a correr. El metro pasó a las 6:45 en punto, y en la estación Chambers nos “invitó” a irnos en los primeros 5 vagones para  poder llegar a la estación de South Ferry. Yo iba en los vagones de atrás, así que fue muy molesto bajarse y abrirse paso en unos vagones llenos de corredores desmañanados. De hecho en el metro no había más que corredores que iban a su cita personal con el destino.

En el Ferry en NYC


El metro llegó 7 y pasaditas a la estación de Ferry, y así de repente comenzó el abordaje del mismo, para salir a las 7:30 en punto hacia Staten Island. Hemos de haber llegado a la estación de Staten Island a las 8:15 o por ahí, y me bajé para tomar el autobús. Quería quedarme en la estación un rato, pero dije “mejor me voy de una vez” y fue una buena decisión. Tomar los autobuses no es complicado, pero había mucha gente, así que caminar y abrirse paso, y esperar al autobús toma tiempo. Y el autobús fue de esa estación al Fort Wadsworth, que es donde empieza la carrera. Llegué a Fort Wadsworth y los policías revisaban los paquetes de cada uno de los corredores y nos revisaban con detector de metales, así que ahí también era otra fila de 5 minutos que teníamos que hacer.

Llegando a Staten Island. ¡Mucha gente!


El Fort Wadsworth es un gran descampado, solo hay algunos caminos de asfalto y mucho pasto. Además, como hacía mucho viento, no había casi letreros ni indicaciones de cómo irse a qué lugar. Pero los voluntarios (ellos SON el maratón, qué bárbaros) súper amables indicaban por dónde había que irse y así me fui a mi zona azul. En el camino me topé a unos chinos que estaban cargando su móvil (el único lugar donde había un enchufe eléctrico) y ahí cargué mi celular por 10 minutos. Llegué a mi zona azul y fui por un café y por un bagel, y me fui a formar para ir al baño. Ya eran las 9:20 y mi zona la cerraban a las 9:35 para poder arrancar el maratón a las 10:10. Así que en la fila de los baños portátiles me zampé mi bagel y mi café y me fui a las 9:30 del baño directamente hacia mi corral (F). Estuve esperando a que abrieran el corral unos 5 minutos. a las 9:35 en punto abrieron el corral, y apenas estaba ubicándome en él cuando se oyó el cañonazo de salida de los corredores élite a las 9:40. Y apenas me dio tiempo para ponerme el bloqueador solar, ponerme las mangas, quitarme el gorro de frío y ponerme la pañoleta y la gorra de correr (gran idea ponerme la pañoleta), cambiarme de zapatos y cambiarme los calcetines. Decidí desechar ahí en el corral el chandal y la ropa a prueba de viento. Me dejé los guantes. E hice el calentamiento que hago todas las veces que corro, el cual es un calentamiento estático que dura a lo mucho cuatro minutos.

En Fort Wadsworth, ¡hasta allá vamos!
Llegando a Staten Island. ¡brrrrr qué frío!


Y así de repente todos comenzamos a avanzar como si fuéramos ganado que se va yendo como por inercia a un punto indeterminado por nosotros mismos, a enfrentar un destino cierto pero en ese momento incierto. Así dimos vuelta a una larga curva en el camino que estaba frente a nosotros, y volvió a sonar otro cañonazo. Eran las 10:10, hora oficial de arranque de la segunda ola, o sea la mía. A lo lejos se alcanzaba a ver la salida, pero aunque iba avanzando lo hacía lentamente. La calma se hacía tensa, íbamos muy apretados y muy juntos, y tal cual, como ganado caminando lentamente. De repente se abrió un claro y se vio la línea de salida. La emoción estaba por comenzar.


Hasta éste momento me puse a pensar que realmente no había tenido un minuto de respiro desde que salí a las 6:30 del hotel. Habían pasado tres horas y media y apenas me había alcanzado el tiempo para transportarme, ir a los servicios, comer un bagel y un café y preparar mis cosas para correr. Así que para otra ocasión sabré que el ferry de las 7:30 am para salir a las 10:10am está justo de tiempo y no está nada sobrado. No tuve tiempo para enfriarme en la intemperie ni para convivir con los compañeros maratonistas.

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